Etiquetas

domingo, 5 de noviembre de 2017

Dites au revoir.


Llegando tarde, como con Renfe, dejando despedidas despiadadas de colores agridulces.
Sueño, y su plural, clavado en el tejido esponjoso, en las epífisis de los óseos largos. Como el frío de fuera de la manta.
Psicológicamente pseudorestaurada como una Inteligencia Artificial, defectuosa de fábrica, sin posibilidad de recambios y condenada a seguir funcionando. Cansancio y agujetas que me hacen querer sentirme viva, querer luchar por las limitaciones que me he impuesto.
Esperando el sentimiento de plenitud que no conocerá en la muerte, pero tozudamente convencida para darse de cabezazos contra todos los muros del camino. 

A la mierda encontrar la salidad del laberinto.
Mi senda, mis normas.

Físicamente desgastada como una octogenaria enferma, e inválida para la sociedad, con un peso enorme a sus espaldas como cimiento y columna de carga. Egoístamente utilizada como sustrato y raices, como batería y cables, como tarta y cucharas.
Experimentando cómo la cal se va tamizando entre la arena, haciendo un filtro despiadado para depurar lo que la rodea y que se cuela por sus orificios.
En un estado de plasma en cuanto a sentimientos -el mismo resultado que cuando metes una uva en el microondas-: algo inestable, intangible, que cuando aparece hace arder su alrededor y, en un abrir y cerrar de persianas, ya no está. Como si nunca hubiera existido; como si, cuando llegase, afectase a todo lo que le rodea y, a su partida, sólo dejase escombros y olor a tuberías de una casa abandonada.

¿Y sabéis por qué?
Porque les faltan sustentos.

Husmeando las salidas de emergencia de las relaciones que tiene, porque el pavor de no ser suficiente le atenaza el alma: no se puede ser exiguo si hay nadie. Sabiendo que es el único acto egoísta que lleva y llevará a cabo, sabiendo que va a recibir más dolor en esa marcha que los demás.
Sólidamente convencida de que nadie entiende lo mal que lo pasa cuando entra en el simulador del "todo está bien", que nada le concierne negativamente... Por no hacer que los demás se atribulen.
Escudriñando cómo hacer que su partida tenga todas las habilidades de sigilo, que no pase apercibida, que parezca un accidente.

Eso que nos venden
suele salir bastante caro.

A ti...

Te vivo buscando

tu sonrisa; redención, no pasar el rato

Esto es en serio.

Profundo,

saliendo de la fosa


Si quieren mis huellas dactilares,

que miren en tu espalda.

Mientras hormiguea tu cabeza

entras en resonancia.

Respiras

                      y

                                   tiemblas


                  GAIA


Aunque no te atisbe

ni con las puntas de mis dedos,

y sólo palpe coraza.

Véote, nube

pese a la niebla.

Estoy en este lado, susurrándote: "Asómate...",

como la primavera a la vida.

Porque no hay prisa.

Contigo siempre calma.


Echar al elefante que nos acompaña

Inhibir frecuencias para desinhibirnos a menudo

Menudo soy,

                                      y me haces.

Henchido también,

                                                todo a la vez.


Rabias porque me cortocircuito

Más no te quemes,

tengo agua para rato.


Y en el limbo

que hay entre echar y echar de menos

un

     acantilado

                       hecho

                                  escalera.



Se llenan

   los árboles de bosque

   la libertad de pájaros

   el sol de luz

   la paz de mar

y Yo de Ti


Llenas mi cara con tus ojos

y no pueden sino unirse los míos a los tuyos.



*********************************************


En esta turbera

Remo como Shiva

Escúchame en la orilla

Sólo un poco más.


Mueren los viejos miedos

Invéntase la historia ante mí


Volver, pero sólo a lo bueno

Ilumina una antorcha, apuntando alto

Dame una señal si me recibes

Abrieres-me corazón, matanza o fuegos artificiales.



jueves, 5 de octubre de 2017

Queimada.

"Mi remanso de paz
en la oscuridad, 
en el vacío"

*     *     *

Llevo tiempo encerrada en esta jaula. 
Tanto que he desarrollado una especie de Síndrome de Estocolmo con ella.
Las evasiones están atándome de pies, manos y cuello. 
Inmóvil.
Las consecuencias sentencian. 
Todo lo que toco se convierte en un castigo.
Y a mi alrededor sólo genero nada.
Están despertando instintos básicos.
A este ritmo terminarán matándome. 
El autoconocimiento sólo me está llevando a aumentar el humo negro que me envuelve por dentro.
Sin embargo, estoy escribiendo esta nota de auxilio. 
Pidiéndote que me salves.

 *     *     *

Fui a quemar la ciudad y la que se quemó fui yo. 

 Quiero que te derrames encima de mí,
mientras te miro a los ojos fijamente.
 Que tu cuerpo se inunde de lo mejor de mí.
YO. MI. ME. CONMIGO. 
Qué estamos haciendo.

Que me agarres del pelo.
Tira y empuja de mí.
Percute mis huesos contra el suelo.
Que pase el tiempo, pero no del todo.
Creemos nuevos términos del lenguaje para referirnos 
a nosotros mismos.

¿Nosotros?
 
 Qué estoy diciendo.

Que profundices en este interior derrumbado
con toda la violencia y rabia que puedas.
 Destroza todo lo que encuentres a tu paso, 
que no vuelva a crecer vida.
Sé Atila.

TÚ. TI. TE. CONTIGO.

Qué quieres, qué buscas, qué esperas... de ¿mí?

Que termine todo como empezó:
 dejando que el miedo lo erosione todo;
porque no quiero doler, 
quiero que me duela,
pero no en el plano espectral.

 Dejando que me comas todo;
porque no quiero respirar, 
quiero que me asfixie,
pero no en el plano mental.

Dejando que te devore todo;
porque no quiero hacerte sangrar,
quiero poder curarte,
pero por nada más que amor.

viernes, 19 de mayo de 2017

Conductos de ventilación I.

Me vuelvo a ir:
sola, 
taciturna,
absurdamente cosificada,
codificada.
Bloqueada.

Meditabunda en cualquier pensamiento abstracto que, aún sin importancia, ocupa mis horas muertas. Es decir, todas mis horas de vida.
Nunca te dije lo importante que era tu apoyo incondicional cuando trataba de escalar castillos en el aire, porque nunca me gustó entrar por el portón. 
Los dinteles de las puertas nunca me han dado seguridad; ni siquiera en aquel terremoto que hizo caer todos los cimientos de lo que fui.
Y qué error más grande fue demostrarte lo importante que era tu apoyo categórico cuando trataba de bucear hasta las cuevas más profundas de las fosas oceánicas, sin traje de buzo ni contenedores de oxígeno, porque nunca me gustó pararme a respirar. 
El pararse siempre me resultó una pérdida de tiempo; sólo hay que ver la de él que perdí parando a saborear tus detalles y a respirar tu esencia.

El otro día estuve mirando cómo atardecía en los cristales de las ventanas del edificio de enfrente. Me sorprendí recordándonos; corriendo como almas que lleva el diablo hacia las cumbres de las colinas que rodean nuestra ciudad de cartas, siempre llegando a tiempo para ver el atardecer, refugiándonos el uno en el otro. Me sorprendí rodeada por tus brazos desde mi espalda. 
Y de golpe, el cielo se tornó difuso. Y sin previo aviso se ha vuelto de noche gracias a una capa tupida de nubes mullidas y grises oscuro. Una tormenta de rayos, truenos y lluvia ha empezado a calarme el alma mientras riega la calle.
Lástima que ya no volvamos a recuperar horas perdidas juntos; tardes en las que tú tumbado en mis piernas y yo, besándote y acariciándote los lunares de la espalda, leyendo en alto narrativa fantástica. Lástima de un final sin feliz y sin nosotros. 


Sin embargo, el repiqueteo constante en las placas de acero blindado que tengo alrededor de mi mundo interno no deja de entornar rítmicamente la puerta del desván de anhelos, enclaustrados por el bien común de lo que me queda de estructura. 
Pero no puedo hacer nada más.
Te llevaste la llave de la cerradura, y a saber qué hiciste con ella en tu huída rápida de la cueva celeste en la que me encontraba: solitaria, empapada, triste, enfadada... Después de acondicionarla haciendo que pareciera un hogar, secándome las lágrimas del cuerpo, convirtiéndolo todo en un sitio luminoso, cálido y habitable. 
Por favor, no te pienses que te estoy dando los méritos, sé que tú simplemente llegaste y aposentaste tus posaderas en lo primero que viste para observar a la criatura que se erguía delante de ti desnuda, desprotegida y frágil, con cierto miedo a lo desconocido, cierto morbo por el miedo y cierta curiosidad por ver qué era y lo que era capaz. 
Todo lo del hogar fue cosa mía, que por fin pensé haber encontrado alguien que no quemase los muebles, arrancase la moqueta o me lanzase cuchillos al cráneo.

Y cuán errada estuve, ¿verdad? 
El búnquer siempre fue una buena tumba, pero resultó que también podía ser una fortaleza. Y creció vida y plantas y emociones y sentimientos y alegría... y yo. Sólo con tu mera presencia de observador pasivo, mientras yo intentaba ser la mejor anfitriona y demostrar que al menos algo sí que merecía la pena. 
Florecí aportando lo mejor que un ser extraño, ingenuo e inexperto puede aportar: su lado más puro y todas las cosas buenas que tenía a su disposición.

De todos modos, siempre supe que lo que en su día empieza, en otro día se acaba. No me extrañó tu partida, ni siquiera me llegó a doler; ni siquiera fuiste el primero. Lo que sí hizo fue destrozarme. 
Cuando decidiste utilizar la salida de emergencia, encerrándome a mi suerte con llave, las mechas prendidas de las velas de vainilla se descontrolaron y prendieron el resín. 
Se quemó todo. 
Y sigue quemándome por dentro, porque cerraste las puertas, pero los conductos de ventilación siguen abiertos y funcionando cuasi a la perfección, por lo que sigue habiendo oxígeno que alimente el fuego.

La ironía de ti, vida, que ahora esté encerrada en mí misma, sentada en un sillón retorcido y extrañamente cómodo donde ha empezado a crecer vida aclimatada a este hábitat, debajo del portón, parándome a respirar, percibiendo todos los detalles. 
Tan seca y vacía -aunque llena de escombros- que ni llorar me sale. Visitando de vez en cuando la cornisa del conducto de respiración número veinticinco, corriendo para poder ver cuarenta y dos atardeceres en un día. 



https://www.flickr.com/photos/lord_chaos/

lunes, 24 de abril de 2017

El rayo que me apresa.



A mí sola, en detrimento de una ofrenda que habré desestimado como si fuera mía.
 
I
Un chillido carnicero
de plata y marfil dorado,
sostiene un filo muy tajante
entorno de mi cuello vulnerado.


Rayo de aleación sonora
apagado y desvaído,
acecha mi flanco
y hace un cueva encantadora.


Mi aladar, verdes lianas
de mis miedos enmarañados,
caen sobre mí, y mi corazón,
y mi corazón quebrado.


Tal es la hora traidora
del rayo que me profesa,
que voy a mi soledad
como la Luna a cierta hora.


Recojo con las legañas
sal cansada de oleajes
y gotas en telarañas
de mis rocíos viajantes.


¿A dónde iré que no acabe
mi perdición a encontrar?
Tu destino es del viento
y mi vocación llorar.


Descansar de esta bazofia
de tormentas, amor e infierno
es plausible, y su olor
hará a mi memoria un yermo.


Pero al fin podré vencerte,
flecha y rayo sepulcral,
alma, que de la muerte
nadie ha podido escapar.


Sigue, pues, sigue arista,
elevándote, fingiendo. Algún día
se pondrá el tiempo violáceo
sobre mi vista de invierno.

 II

¿No se detendrá en seco
este escalofrío constante
y parará en este yunque candente
un metal a moldear?

¿No cesará la obstinada señorita
de elucubrar diferentes situaciones
como una flor parda de canciones
que es fiera pero aún así marchita?

Este rayo ni pesa ni ahoga:
de mí tomó su forma
con similitud a nardos anteriores.

Esta acérrima vocación que aboga 
 su fuerza de mi horma
 de jadeantes toros agitadores.

III

Dirigiendo un banco de pirañas,
como dos espadas solapadas,
con dos estrellas enmarcadas
de ahumar y soterrar ilusiones,

en las mías has crecido, creando
 una gran red ferroviaria,
que simuladamente está cortada
tiene en su trayectoria tus ardores.

Sal de mis costillas, de las que has formado
una madriguera cálida y humilde
al diagnóstico lunar que tu sonrisa abolía:

una brizna de trigo dorado,
un brote de hierba que crece
animada de querer ver la luz del día. 

IV

Me tiraste una orquídea, y tanta alergia
con un escozor vibrante, y tan puro,
que no menospreció tu cianuro
y probé su decadencia vacía.

Con el golpe ambarino, de un descanso
avainillado pasó a una ansiosa fiebre pura
mi piel, que sintió una dentellada
de unos labios con metal atravesados.

Y al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el orquideado lecho,
a mi voraz astucia tan concreta,

se me durmió la sangre en la bragueta,
y se volvió permeable y entusiasta el pecho
una punzante sensación inquieta.

V

Tu corazón, un cúmulo de lichis congelados
con falta de tiempo de dulce hiel
 y una mirada de cansancio: un fiel
deseo de reposar la cabeza en un abrazo.

Mi corazón, una desanillada granada
de agrupado color de sentimiento y pena, 
que sus tiernos hombros te ofreciera
con una amistad enamorada. 

¡Ay, qué episodio de desechos
como un gran plato de ropa vieja
y de postre un helado de deterioro!

Por los alrededores de mi entretecho
un susurro sediento de tu oreja
con la esperanza de un beso sonoro.

VI

Alicaído por la ladera, casi poniente,
porque el amor blanquea cuando estalla,
donde yo no me hallo, me salva,
hombre más solitario que ninguno.

Sobre la soledad duermo y como,
amor es mi remanso y mi batalla,
necesito sentir algo que me llene,
volver a la exclusividad de esta antigualla.

Espinas y ortigas llevo por corona, 
espinas y ortigas siembran sus semillas
y no dejan tierra fértil alguna.

No podrá con la condena mi persona
rodeada de fracaso y decadencia:
¡pero tomaré las riendas aunque sea!

VII

Después de haber sembrado en el desierto
me tomaré un descanso por la cara
y beberé del agua de tus labios
siendo esclava de tu mirada.

Todo huele a pan recién hecho
por tu puro carisma que lo enciende
y la sensación de confianza se derrama
inundando mi seca esperanza por un trecho.

Se tomará un suspiro acompasado
y entretendré mis penas ensoñando
por el enfermo incienso agostado.

Y otra vez, enfretando cuerpo a cuerpo
seguiré ante este espacio maldecido
esperando por la sombra de tu miedo. 

VIII

Por tus manos, la pasión más destacable,
donde cesa las maniobras más complejas,
una colmena esperando cien abejas, 
baja al fondo un petardo inexplotable.

Con tu piel vas acariciando lo infinito
de seda en estrecha cobertura,
y donde va tu piel va la aventura,
perro sediento de olores destacables.

A tus ojos, una lujuria encendida,
como oasis me acerco y me perturbas
y al refugio zarandea el torbellino.

Entre rejas dejo que el alma se libere
como Baco en todos sus convites:
pisa mi corazón que ya te busca.

IX

Fuera menos pesado si no duela
ortiga tu tez para mi vista, ortiga,
abrojo tu piel para mi tacto, abrojo,
 cítrico tu voz para mi oído, cítrico.

Fuera mi voz hacia tu oído, fuera,
y ardo en tu lengua agujereada, ardo,
y pazo donde vive mis instintos, pazo, 
graznido, mi voz para la tuya, trino.

Garra es tu mano si la tiento, garra,
olas tus mechones en el viento, olas,
cerca a veces pero valla ninguna. 

Grulla es mi desgracia, de alas grandes y redondas, grulla,
sola como un lamento y un ay, sola,
tozuda en su ensoñación y en su desventura tozuda.

X

Tengo estos restos hechos a las piedras
y a las suposiciones estos temporales:
restos que viajan, suposiciones que vienen
como las corrientes marinas a las rocas. 

Como las corrientes marinas a las rocas,
soy naufrago de movimientos oscilantes,
por un cuenco de tiempo relativo,
un navío mísero, triste y pordiosero.

Nadie me salvará de este hundimiento,
si no es tu amor, la compasión que requiero, 
si no es tu caricia lo que anhelo.

Rehuyendo de las suposiciones de mi entorno
sobre si tus intenciones son ocultas,
 voy entre amargura y desconcierto sonriendo.