A mí sola, en detrimento de una
ofrenda que habré desestimado como si fuera mía.
I
Un chillido carnicero
de plata y marfil dorado,
sostiene un filo muy tajante
entorno de mi cuello vulnerado.
Rayo de aleación sonora
apagado y desvaído,
acecha mi flanco
y hace un cueva encantadora.
Mi aladar, verdes lianas
de mis miedos enmarañados,
caen sobre mí, y mi corazón,
y mi corazón quebrado.
Tal es la hora traidora
del rayo que me profesa,
que voy a mi soledad
como la Luna a cierta hora.
Recojo con las legañas
sal cansada de oleajes
y gotas en telarañas
de mis rocíos viajantes.
¿A dónde iré que no acabe
mi perdición a encontrar?
Tu destino es del viento
y mi vocación llorar.
Descansar de esta bazofia
de tormentas, amor e infierno
es plausible, y su olor
hará a mi memoria un yermo.
Pero al fin podré vencerte,
flecha y rayo sepulcral,
alma, que de la muerte
nadie ha podido escapar.
Sigue, pues, sigue arista,
elevándote, fingiendo. Algún día
se pondrá el tiempo violáceo
sobre mi vista de invierno.
II
¿No se detendrá en seco
este escalofrío constante
y parará en este yunque candente
un metal a moldear?
¿No cesará la obstinada señorita
de elucubrar diferentes situaciones
como una flor parda de canciones
que es fiera pero aún así marchita?
Este rayo ni pesa ni ahoga:
de mí tomó su forma
con similitud a nardos anteriores.
Esta acérrima vocación que aboga
su fuerza de mi horma
de jadeantes toros agitadores.
III
Dirigiendo un banco de pirañas,
como dos espadas solapadas,
con dos estrellas enmarcadas
de ahumar y soterrar ilusiones,
en las mías has crecido, creando
una gran red ferroviaria,
que simuladamente está cortada
tiene en su trayectoria tus ardores.
Sal de mis costillas, de las que has
formado
una madriguera cálida y humilde
al diagnóstico lunar que tu sonrisa
abolía:
una brizna de trigo dorado,
un brote de hierba que crece
animada de querer ver la luz del
día.
IV
Me tiraste una orquídea, y tanta
alergia
con un escozor vibrante, y tan puro,
que no menospreció tu cianuro
y probé su decadencia vacía.
Con el golpe ambarino, de un descanso
avainillado pasó a una ansiosa fiebre
pura
mi piel, que sintió una dentellada
de unos labios con metal atravesados.
Y al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el orquideado lecho,
a mi voraz astucia tan concreta,
se me durmió la sangre en la
bragueta,
y se volvió permeable y entusiasta el
pecho
una punzante sensación inquieta.
V
Tu corazón, un cúmulo de lichis
congelados
con falta de tiempo de dulce hiel
y una mirada de cansancio: un
fiel
deseo de reposar la cabeza en un
abrazo.
Mi corazón, una desanillada granada
de agrupado color de sentimiento y
pena,
que sus tiernos hombros te ofreciera
con una amistad enamorada.
¡Ay, qué episodio de desechos
como un gran plato de ropa vieja
y de postre un helado de deterioro!
Por los alrededores de mi entretecho
un susurro sediento de tu oreja
con la esperanza de un beso sonoro.
VI
Alicaído por la ladera, casi
poniente,
porque el amor blanquea cuando
estalla,
donde yo no me hallo, me salva,
hombre más solitario que ninguno.
Sobre la soledad duermo y como,
amor es mi remanso y mi batalla,
necesito sentir algo que me llene,
volver a la exclusividad de esta
antigualla.
Espinas y ortigas llevo por
corona,
espinas y ortigas siembran sus
semillas
y no dejan tierra fértil alguna.
No podrá con la condena mi persona
rodeada de fracaso y decadencia:
¡pero tomaré las riendas aunque sea!
VII
Después de haber sembrado en el
desierto
me tomaré un descanso por la cara
y beberé del agua de tus labios
siendo esclava de tu mirada.
Todo huele a pan recién hecho
por tu puro carisma que lo enciende
y la sensación de confianza se
derrama
inundando mi seca esperanza por un
trecho.
Se tomará un suspiro acompasado
y entretendré mis penas ensoñando
por el enfermo incienso agostado.
Y otra vez, enfretando cuerpo a
cuerpo
seguiré ante este espacio maldecido
esperando por la sombra de tu
miedo.
VIII
Por tus manos, la pasión más
destacable,
donde cesa las maniobras más
complejas,
una colmena esperando cien
abejas,
baja al fondo un petardo
inexplotable.
Con tu piel vas acariciando lo
infinito
de seda en estrecha cobertura,
y donde va tu piel va la aventura,
perro sediento de olores destacables.
A tus ojos, una lujuria encendida,
como oasis me acerco y me perturbas
y al refugio zarandea el torbellino.
Entre rejas dejo que el alma se
libere
como Baco en todos sus convites:
pisa mi corazón que ya te busca.
IX
Fuera menos pesado si no duela
ortiga tu tez para mi vista, ortiga,
abrojo tu piel para mi tacto, abrojo,
cítrico tu voz para mi oído,
cítrico.
Fuera mi voz hacia tu oído, fuera,
y ardo en tu lengua agujereada, ardo,
y pazo donde vive mis instintos,
pazo,
graznido, mi voz para la tuya, trino.
Garra es tu mano si la tiento, garra,
olas tus mechones en el viento, olas,
cerca a veces pero valla
ninguna.
Grulla es mi desgracia, de alas
grandes y redondas, grulla,
sola como un lamento y un ay, sola,
tozuda en su ensoñación y en su
desventura tozuda.
X
Tengo estos restos hechos a las piedras
y a las suposiciones estos
temporales:
restos que viajan, suposiciones que
vienen
como las corrientes marinas a las
rocas.
Como las corrientes marinas a las rocas,
soy naufrago de movimientos
oscilantes,
por un cuenco de tiempo relativo,
un navío mísero, triste y pordiosero.
Nadie me salvará de este hundimiento,
si no es tu amor, la compasión que
requiero,
si no es tu caricia lo que anhelo.
Rehuyendo de las suposiciones de mi entorno
sobre si tus intenciones son ocultas,
voy entre amargura y
desconcierto sonriendo.